¡Felices Pascuas!

Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó, nos dio vida junto con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados…

Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios; ni es resultado de las obras, para que nadie pueda presumir.

Efesios 2: 4,5,8,9 RVC

En estos días de la llamada Semana Santa, Dios se acerca, te busca y te llama como siempre para compartir la vida. Se ofrece por gracia, no pide que hagas nada, solo abrir tu corazón. Dios, rico en misericordia y amor, dice el apóstol Pablo, puso ese amor en acción y lo dirigió hacia nosotros, por la obra de Cristo. “Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:17). Hay dos expresiones en la Biblia que ilustran como es Dios, que te busca y no se cansa de buscarte. Son dos palabras complementarias janún y rajúm (Jonas 4:2) Dios es janún, esa misericordia que se acerca al hombre para romper la barrera que lo separa del Padre (aunque estábamos muertos en el pecado). Dios es rajún, esa ternura de Dios, que el profeta Oseas ilustra con la ternura de un padre: “Cuando Israel era niño, yo le amé...le enseñe a caminar, tomándole por los brazos...Era para ellos como los que alzan a un niño contra su mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer” (Oseas 11:1, 3, 4). En el conocido relato del hijo pródigo vemos a un padre que esperaba a su hijo adulto y dice: Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, y lo recibió con abrazos y besos (Lc 15,20 DHH). ¡El Señor es así! Nos amó tanto que envió a su Hijo a compartir su vida con nosotros. Los brazos abiertos de Cristo en la cruz quieren abrazarte y darte nueva vida. La resurrección de Cristo es la prueba definitiva del triunfo de la vida sobre la muerte, vida eterna y verdadera si abrís tu corazón al Dios de amor. ¡Felices Pascuas a toda la familia de ECEA!